Cuando pensamos en aprender a tocar un instrumento o cuando queremos que aprendan nuestros hijos, estamos muy acostumbrados a pensar en clases particulares y por supuesto, individuales donde «reciban toda la atención». Este pensamiento, de que es mejor la atención individual nos viene también si pensamos en otras actividades: profesor particular de inglés o de matemáticas, etc. Realmente, lo que ocurre es que a menudo confundimos atención individual con atención individualizada.
En el caso del aprendizaje de un instrumento vemos como algo absolutamente normal o habitual ( y en España los es) que los niños comiencen una carrera de obstáculos a los 8 años en un sistema cuyo fin es crear profesionales, donde se recibe clase individual de instrumento además de otras materias que conforman un currículo complejo, dentro de un sistema que busca crear solistas aunque, finalmente, no sea eso lo que produce.
Es gratificante comprobar que es cierto, que en algunos lugares, esto se convierte en una realidad incluso social: que los grupos orquestales funcionan, que hay chicos que reciben clases grupales y que es el grupo el que hace que tocar un instrumento sea algo relevante porque sienten que forman parte de algo y que sus aciertos y sus desaciertos influyen en el conjunto.
Los siguientes enlaces de unos artículos de El País, nos hablan de las orquestas de chicos en Venezuela y en otros lugares, cuyos resultados no sólo son envidiables en el plano musical sino también, en el plano social: hacer música se convierte en un elemento de superación y hace que los individuos se sientan dignos, importantes, pertenecientes a algo…….
Ver artículo: La orquesta de los pobres
Ver artículo: Una orquesta es una escuela de ciudadanía